¿Son los videojuegos un arte y deberían ser considerados como tal? Bueno, ese es un debate que sigue vigente pero que no es el objetivo a tratar en este artículo. Lo que quiero comentar es algo que, al menos a mi parecer, queda relegado a un segundo plano (o tercero incluso), sobre el cual la condición artística en lo visual o en su idea original prevalece sobre el que debería ser el concepto fundamental de todo videojuego: su rejugabilidad o, dicho de otra forma, la «vida útil» del mismo. Un término que gusta de ser utilizado por muchos de quienes escriben o hablan sobre este mundillo. Uno cuyo significado varía mucho dependiendo de la visión del que se pone a jugar y que me da pie a profundizar en el tema pero eso será en un próximo post.
Antes de proseguir quiero aclarar que esto no va a ser ningún análisis ni reseña de los juegos que a continuación voy a mencionar. Pero todos ellos comparten, de una manera u otra, el mismo «problema»: son muy bonitos a la vista pero después, como juego propiamente dicho, se convierten en «experiencias de una sola vez» que resultan a menudo muy costosas de completar. Empezaré por un juego que vio la luz hace unos años en la pasada generación y que representa muy bien lo que quiero decir: Braid, el cual yo jugué en Xbox 360…
En Braid nuestro objetivo es superar una serie de retos que nos ayuden a componer la historia acerca del protagonista. Sin entrar en detalles, lo que sí diré es que para conseguirlo tendremos que jugar a menudo con el tiempo, pudiendo ir hacia adelante o hacia atrás en función de nuestras acciones previas para lograr nuestro objetivo. Todo ello vestido de gala con unos preciosos gráficos que parecen cuadros pictóricos, y que son el primer y principal atractivo del juego. Por desgracia, la enorme dificultad de los últimos niveles hace que lo que tenía que ser una tarea no voy a decir sencilla pero sí placentera se torne en puro hastío. De hecho, yo tuve que terminar el juego usando una guía porque, de lo contrario, lo habría abandonado y, cuando lo conseguí, jamás volví a tocarlo porque no me quedaron ganas de volver a pasar por semejante tormento.
Los siguientes ejemplos que he podido «sufrir» son relativamente recientes, pues todos ellos son juegos de mi consola actual, la PlayStation 4, y han sido calificados como grandes obras cuando la realidad es que distan mucho de serlo porque, en efecto, son juegos alejados de los cánones habituales y ofrecen una experiencia diferente y única. Pero es precisamente eso lo que los convierte en algo que, a no ser que te haya gustado mucho, nunca volverás a tocar… si es que los terminas. El juego del que voy a hablar ahora es Flow, de ThatGameCompany.
Sí, sé que me vais a decir que es original de PS3 pero yo me hice con él en el recopilatorio lanzado para PS4 y que incluía también Flower y Journey, juegos que por cierto ni siquiera probé y no porque me parecieran malos, sino porque no me apeteció hacerlo en ningún momento y menos después de la breve experiencia con Flow, el cual acabé en una única y monótona partida y que, como en el caso anterior, no volví a tocar después. En consecuencia, no tardé mucho en deshacerme del mencionado recopilatorio y la verdad es que no lo echo de menos…
Otro ejemplo, que en su momento defendí porque mientras duró la partida mi impresión hacia él era ciertamente algo diferente a la actual, es The Last Guardian. Todos conocemos el tortuoso camino que la obra de Fumito Ueda tuvo en PS3 para finalmente ser lanzado en su sucesora. También sabemos que es un juego especial por cómo se ha representado a Trico, la bestia protagonista del juego, y por cómo interactuamos con ella para ganarnos su confianza. Pero The Last Guardian peca de dos problemas bastante graves: su longitud y su manejo. Es muy largo, tal vez demasiado, y lo complicado que resulta manejar al niño y/o a la bestia, a los cuales no siempre vemos bien por culpa de una cámara mal situada en según que lugares y momentos provoca que se nos haga todavía más largo y a menudo tedioso. De esta forma, y si sois como yo capaces de completar el juego, creo que es muy difícil que os queden ganas de repetir la experiencia ni a corto ni a largo plazo.
Y ya para finalizar esta ronda de ejemplos voy a poner uno muy, muy reciente, que de hecho tengo comenzado y que no sé si voy a continuar porque he empezado a sentir los primeros síntomas de agotamiento. Degrees of Separation tiene el mismo problema que Braid, es decir, es muy bonito visualmente (de hecho es lo que me atrajo de este título) pero a la hora de ponerse a los mandos esa sensación da la vuelta como un calcetín y lo que prometía ser un rato agradable y entretenido se convierte en aburrimiento a causa de un manejo no malo, pero sí no apto para un solo jugador pues debemos controlar a dos personajes distintos a medida que recorremos los diferentes mundos en busca de ciertos objetos que debemos recoger. Ello obliga a que ambos colaboren para llegar a ellos y aunque la premisa no es mala, a mí al menos se me ha hecho muy pesado avanzar porque no hay otra cosa que hacer salvo eso. La experiencia de Degrees of Separation será posiblemente muy diferente con dos jugadores pero tampoco creo que, incluso así, nadie esté dispuesto a rejugar este juego una vez lleguen al final de la historia.
Tiene que haber de todo en este mundo, y para gustos colores como suele decirse. Habrá quienes sí rejueguen una y otra vez estos y otros títulos pero esto que he descrito ha sido mi experiencia con ellos y no ha podido ser más negativa. ¿Son por tanto malos juegos? Pues eso dependerá en cierto modo del tipo de jugador que los use. Si eres de aquellos que con una vez tienes suficiente y además te gustan sus propuestas te parecerán buenos pero si eres de los que gustan de exprimir cada título lo más posible y volver a empezar siempre que te apetezca como suele ser mi caso, veo muy complicado que sean de tu interés. He de decir, ya para cerrar el artículo, que a pesar de la enorme proliferación de videojuegos existente en la actualidad, rara vez he «errado» a la hora de adquirir un título en comparación con las que he acertado de pleno pero, no obstante, sigue siendo un fastidio (por no usar otra expresión) que acabe uno gastando un dinero en algo que luego no va a disfrutar…
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