Nuevo artículo, y nuevo análisis «retro» el que hoy escribo para vosotros. En esta ocasión nos vamos a los buenos tiempos de los salones recreativos y a un juego que, si bien no se convirtió en un clásico de una manera inmediata, alcanzó una justa y merecida fama y pertenece, a día de hoy, al olimpo de aquellos que marcaron a buena parte de una generación. Si nunca habíais oído hablar de Black Tiger este será un buen momento para conocer lo que ofrece.
Black Tiger (o Black Dragon, que es como se le conoce en Japón), es un juego creado por Capcom en el año 1987 cuya premisa es la de hacer uso de un guerrero que debe atravesar diferentes niveles para acabar con los tres dragones que han invadido el reino. Cada nivel está diseñado como un laberinto que podremos recorrer en más de un sentido mientras acabamos con cuantos enemigos nos salgan al paso al tiempo que buscamos la salida pero deberemos ser rápidos, ya que tenemos un tiempo limitado que, de llegar a cero, nos restará una vida.
Dentro de cada nivel podremos también encontrar una mazmorra, de la que únicamente podremos salir si llegamos al final. No son fases especialmente difíciles de recorrer y están implementadas más como una zona de bonificación que como un reto extra o una trampa puesta adrede para fastidiar al jugador. Tanto en las mazmorras como en el nivel en sí encontraremos multitud de cofres que guardan grandes tesoros que aumentarán nuestro marcador, pero estos pueden también activar una trampa en forma de columnas de fuego que nos harán mucho daño si nos alcanzan. Por otro lado, de cada enemigo muerto podremos obtener llaves, pociones o monedas que necesitaremos cuando queramos aumentar el poder del protagonista.
Dicho poder se podrá aumentar si, entre las figuras del anciano convertido en piedra que devolveremos a la vida con solo tocarlas y que a menudo nos darán consejos sobre cómo afrontar los retos del nivel en el que estamos o quizá solo un poco de dinero, hallamos la que nos abre la tienda en la que será posible comprar pociones, mejorar el arma, adquirir una armadura que nos proteja de los ataques enemigos y hacernos con más llaves para abrir los cofres.
En lo técnico, Black Tiger es un juego muy bonito, que gana con el paso de los niveles. La variedad de enemigos no es muy alta pero estos cuentan con versiones «normales» y «fuertes», las cuales aparecerán a medida que avancemos. Los enemigos de final de nivel, en especial los dragones, son muy grandes en comparación al héroe aunque esquivarlos no es tarea demasiado compleja gracias a los grandes saltos que este último es capaz de dar. Además, la gran distancia de sus ataques permite, hasta cierto punto, mantener a raya a casi cualquier adversario, venga por el suelo o por el aire. Todo el juego se mueve de una manera muy suave y rápida, haciendo que las partidas sean en ocasiones frenéticas, por lo que una leve distracción puede ser fatal.
En lo referente al sonido, cumplen muy bien su función si bien pocos buscan un mínimo de realismo en relación a la acción a la que están asociados. La música por otro lado está compuesta de varios temas, entre los que yo personalmente destacaría el de los dos primeros niveles, que es tal vez el más pegadizo de todos y el que, por lógica, más se escucha al jugar una y otra vez.
Black Tiger es un alumno aventajado de la vieja escuela. Es decir, sigue a rajatabla aquello de «fácil de jugar, difícil de dominar». Y es que, como mandan los cánones, solo se logra avanzar a fuerza de prueba y error. Muchas son las veces que se muere antes de conocer bien cada nivel y recordar la posición de cada enemigo, cofre o estatua, pero es algo que hay que asumir si se quiere culminar con éxito la tarea de llegar al final. Una empresa relativamente sencilla de conseguir si tenemos en cuenta cómo se las gastaba Capcom en aquella época a la hora de establecer la dificultad de sus juegos destinados a este mercado.