La ciencia nos enseña que el ser humano es un animal racional, inteligente, y dicha inteligencia es la que lo ha hecho prosperar a lo largo de los milenios, llegando a donde está hoy. Sin embargo, esta capacidad no parece ponerse de manifiesto cuando hablamos de comunidades, de grupos, y menos aún de la masa social. Y no es algo que pase solo en la actualidad, pues basta echar un vistazo a la historia conocida para darse cuenta de que siempre ha sido así. En solitario somos capaces de pensar, de reflexionar y formarnos un criterio pero cuando andamos en tropel unos junto a otros, esa racionalidad se difumina, desaparece, y es entonces cuando surgen las corrientes dominantes, los pensamientos únicos que hay que acatar, las verdades a creer y obedecer. Y en medio de toda esa vorágine, emergen también figuras a las que se idolatra y venera como modelos a seguir y alabar, independientemente de su condición y puntos oscuros que, como todas las cosas, también tienen…
Lo vemos a diario en relación a las noticias de interés (casi) general, en los deportes (especiamente el fútbol), y este mundillo de los videojuegos no está al margen como bien demuestra la inmensa cantidad de información publicada al respecto del lanzamiento de Nintendo Switch 2. No voy a valorar la consola en sí porque ya de entrada no es algo que me interese ni tampoco su compañía creadora, que nunca ha sido santo de mi devoción, razón por la que muchos podéis pensar que me refiero a ello con resquemor o envidia. Nada más lejos de la realidad, pues diría lo mismo si se tratase de cualquier otra ya que el problema no está en si es mejor, peor, si cumple las expectativas o no, o lo que sea que se nos ocurra. No, el problema está en, como dije antes, la idolatría que se profesa hacia ciertas marcas, entidades o personas que, desde luego, no debería producirse bajo ningún concepto.

¿Cuántos creadores de contenido existen a día de hoy? Muchos, pero… ¿cuántos mueven masas de seguidores incondicionales? Unos pocos, en efecto. Diréis que son mejores que el resto pero yo estoy seguro de que no es así. Simplemente han caído en gracia y se han sabido vender, de ahí su éxito. Y lo mismo diría de, por ejemplo, los desarrolladores de videojuegos. Los que llevamos mucho tiempo en esto hemos conocido a unos cuantos rostros con nombre y apellidos que, en diversa medida, han dejado su huella en la industria pero si hay uno que parece que convierte en oro todo lo que toca, ese es Hideo Kojima. Y, con sinceridad lo digo, todavía no sé por qué es así, máxime si me atengo a su trabajo, que no es ni mucho menos tan especial como se nos ha contado durante tantos años. Que guste no lo discuto pero de ahí a ponerlo en un pedestal hay de por medio un abismo enorme.
Y lo mismo me atrevo a decir de Nintendo, de la cual no obstante no hay que quitarle ciertos méritos como la invención del gamepad o lo que supuso para la industria la aparición de la NES tras la crisis de principios de los años 80, en la que casi nos quedamos sin videojuegos. Pero los logros pasados no deberían marcar el presente y menos en un único caso porque también antaño otros consiguieron grandes cosas y, al contrario que ha sucedido con Nintendo, no se ha generado en torno suyo ese aura mística que sigue rodeando a la compañía japonesa y a todo lo que hace. A este respecto, empresas y juegos como Rockstar y su saga GTA también serían dignos de estudio por parte de los sociólogos pues cuesta entender que haya tanta gente de acuerdo en que ir delinquiendo por un mundo abierto con unas historias de violencia y corrupción como telón de fondo sea tan divertido como para vender lo que vende.
Pero la verdad es que ninguno de los ejemplos citados, ni tantos otros que podrían seguro incluirse, merecen ser convertidos en lo que se les ha convertido: dioses modernos a los que adorar y, peor todavía, defender en todo momento de opiniones dolosas como la que estoy dejando plasmada yo en este post y de la cual no me preocupa en absoluto la más que probable nula repercusión que pueda tener, en un sentido u otro, como si fueran algo propio, sagrado y que nos pertenece. Pues amigos/as, debo deciros que no es así, que no son más que una ínfima parte de lo que la sociedad en su conjunto ha creado y que, como todo, no durará para siempre. Está bien disfrutar de aquello que nos hace sentir bien pero hay ciertas lineas que es mejor no cruzar siempre que quieras mantener un cierto grado de independencia y libertad de criterio… a no ser que te importe demasiado lo que puedan decir de ti los demás.
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