Llevamos años con esta cantinela y pese a los avances técnicos ahí sigue presente, generando malestar y rabia entre esos usuarios que sufren los diversos problemas de determinados títulos. Los juegos rotos se ha convertido en un tema controvertido del cual, no obstante, la mayoría de veces se opina sin saber o al menos comprender lo que hay detrás, y de ello es de lo que quiero hoy hablar yo en este post escrito no con ánimo de polemizar sino de calmar unas aguas ya demasiado agitadas.
La pregunta que todos se hacen: ¿por qué salen juegos rotos al mercado? La respuesta más evidente: el negocio. Dicho de una manera más precisa, es la presión a la que se somete a los estudios de desarrollo para tener listo un determinado título en una fecha concreta lo que puede hacer que salga sin pulir del todo. Esto ocurre porque por lo habitual, y sobre todo en compañías grandes, los creadores de los juegos son solo mano de obra al servicio de aquellos que son los que ponen el dinero, los medios y esperan en última instancia obtener cuantiosos beneficios. Es decir, por un lado están los que de verdad fabrican el producto y por otro los que lo venden.
Una práctica que no pocas veces se ha llevado al extremo (el tristemente famoso «crunch») sin que ni siquiera esas interminables jornadas de doce o más horas diarias y en fines de semana impidan la aparición de bugs y glitches en títulos sumamente complejos como, por ejemplo, los de mundo abierto. Da igual que el equipo cuente con personal que se encargue de testear cada elemento del juego para comprobar su correcto funcionamiento dado que si bien en ocasiones alguno se puede escapar de ese escrutinio, normalmente acaba siendo una combinación de múltiples factores lo que desemboca en fallos inesperados que son descubiertos a posteriori.
Está claro que, como usuarios, todos deseamos que el producto adquirido no tenga fisuras y funcione como esperamos que lo debe hacer. Pero como dije antes no está de más conocer lo que hay detrás de su creación, y digo esto porque la mayoría simplemente se limita a utilizar lo que compra y luego, cuando algo falla, al no saber por qué lo hace se cabrea y echa pestes casi siempre contra unos desarrolladores que habitualmente trabajan bajo mucha presión y son los que menos culpa tienen.
Hay que entender que los videojuegos son programas informáticos muy complejos, cuya planificación previa no está ni mucho menos exenta de contratiempos. No es lo mismo crear escenarios y personajes en 2D que hacerlo en 3D como tampoco lo es gestionar y controlar un entorno cerrado, lineal, que uno abierto que brinda una libertad de acción casi total.
Lo que, en última instancia, pretendo con este post es hacer ver que antes de lanzarse a criticar sin ton ni son, es aconsejable detenerse a pensar sobre esos fallos, su origen, si son realmente importantes y si tienen solución porque por fortuna, y pese a que hay estudios y empresas que se agarran a esto para no verse obligados a retrasar la salida de un juego, la existencia de Internet permite desde hace años el apaño mediante actualizaciones de muchos problemas incluso pasado un tiempo desde su llegada al mercado.
Una posibilidad de la que se carecía en épocas anteriores y cuya ausencia llegó a ser un verdadero quebradero de cabeza para esas empresas que o bien se veían obligadas a retirar el juego de las tiendas para relanzarlo después o lo dejaban como estaba ante la imposibilidad de asumir semejante gasto. No ocurriría con la frecuencia actual pero unos cuantos casos sí que se dieron y basta con buscar un poco en la red para encontrar información al respecto.
En definitiva, y al igual que sucede con los formatos físico y digital, que cuentan ambos con sus respectivos puntos a favor y en contra, la tecnología nos permite vivir experiencias cada día más complejas e inmersivas que, a su vez, traen consigo este lastre que nadie quiere pero que todos tenemos que aceptar aunque no guste porque siempre va a estar ahí.
En mi opinión, lo mejor que se puede hacer es no prestar tanta atención a los fallos, siempre y cuando no sean graves. Dejemos a los profesionales hacer su trabajo como mejor puedan y sepan porque también los jugadores, a causa de su habitual impaciencia, tienen parte de responsabilidad y de culpa en la existencia de los juegos rotos.
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