Distintas épocas, distintos jugadores

Distintas épocas, distintos jugadores

Los videojuegos han cambiado mucho a lo largo de los años y la forma de disfrutarlos, por lo visto, también. Hay quienes «se adaptan» a los nuevos tiempos y pasan por el aro y quienes no. Yo soy de estos últimos y sea por la época que viví o por mi propio carácter, lo cierto es que mi forma de jugar es muy diferente a la que impera en la actualidad donde los videojuegos se han convertido en buena medida en bienes de consumo inmediato que, como el cine o la televisión, «se usan y se tiran»

No suelo leer los comentarios de las noticias de videojuegos porque es cada vez más habitual encontrarse, entre muchas otras cosas, con gente que afirma con orgullo que jamás rejugarían un videojuego. Esto, por supuesto, hace referencia a aquellos títulos con un argumento que, al igual que en los otros medios, concluye (o no) al llegar al final y que, salvo que se diga lo contrario, no cambia por mucho que lo volvamos a ver. Poco importa si el susodicho juego contiene numerosos extras que se pueden desbloquear de múltiples formas porque, en el instante en el que la trama principal termina, se acabó y hay que pasar al siguiente o a otra cosa.

Esto sucede, en mi opinión, en buena medida por la masificación que sufre este mundillo en la actualidad. Salen muchos juegos, tal vez demasiados, y obviamente no hay tiempo material suficiente para jugarlos todos. Además, y a menudo pasado poco tiempo, acaban a precios irrisorios, ridículos, y ello contribuye a su incontrolada adquisición. El resultado es una acumulación desmedida de la que algunos gustan presumir en sus respectivos círculos sociales y que lleva al hastío porque no se juega por placer, porque apetezca hacerlo, sino para completar (y a veces solo probar) un título en cuestión y hacerlo lo antes posible para poder así pasar a otro. Sin embargo, incluso el propio hecho de acumular tiene los días contados si, como pienso, el modelo de juego en streaming se termina imponiendo definitivamente en el futuro.

Yo, como muchos otros, crecí en una época en la que no era tan sencillo hacerse con un juego nuevo. Era pues normal que, tras el esfuerzo de tiempo y dinero que suponía su compra, los usuarios de entonces buscáramos su máximo aprovechamiento. Curiosamente, y a pesar del escaso contenido de estos si los comparamos con lo que se suele dar hoy, esos juegos nos duraban no horas, ni días sino semanas o incluso meses, que era lo que podíamos tardar en tener un juego nuevo pero ni siquiera con su llegada nos olvidábamos del anterior, especialmente si disponía del clásico modo de dos jugadores que nos permitía compartir ocio, risas y anécdotas con los amigos y/o familiares.

Tiempo después, a mediados de los años 90, yo pude permitirme algo que, por entonces, era casi impensable: adquirir juegos nuevos cada mes, aunque también me moví mucho por el cambio de los mismos y así llegué a jugar a numerosos títulos. No obstante, solo conservo aquellos que de verdad me gustaron y me gustan. No tenía ni tiene sentido tener la estantería repleta de juegos que jamás volveré a tocar y ello, el espacio, es lo que en parte también ha contribuido a que la gente de hoy acumule y acumule material, sobre todo en las plataformas digitales, ya que este no ocupa espacio físico más allá del disco duro en el que está guardado y por lo tanto no preocupa tenerlo aunque no se vaya a utilizar.

Otro concepto «moderno» a la hora de hablar de ciertos juegos es el de referirse a los mismos como «experiencias». La gente, gracias a este dogma repetido hasta la saciedad en los medios, busca más y más de estas, y no le encuentra sentido a repetir algo ya vivido con anterioridad. Esta idea ha acabado tan interiorizada en las personas que difícilmente serán capaces ya de ver este mundillo de otra forma y es algo que, además, he visto en gente veterana como yo, que cree que hay que probar de todo, que hay que conocerlo todo para poder luego hablar con propiedad del tema. Yo pienso no obstante que, como dice el refrán, «el que mucho abarca, poco aprieta» y prefiero conformarme con poco pero eso sí, un poco que sin duda sabré exprimir mucho y muy bien. Por otra parte, el no jugar a determinados juegos ni en sistemas concretos no me ha impedido conocer algo de los mismos ni reflexionar sobre la industria en su conjunto y su, para mí, pésima evolución de los últimos años…

Por desgracia ni los viejos tiempos ni la forma de ver y entender el mundillo que se tenía entonces van a volver. No al menos a corto plazo, y es por esto además de por los propios juegos que, en su inmensa mayoría, ya no me transmiten nada, y por ciertas políticas de empresa que gran parte de la comunidad (en la que ya no me encuentro) parece haber aceptado con agrado o resignación que, como dije, mi viaje está próximo a su conclusión. El mundo seguirá girando incluso cuando quienes ahora «disfrutan» acaben posiblemente echando pestes hacia lo que les depare «su» futuro, tal y como me sucede a mí en estos momentos. Al final lo único que queda es el disfrute y su recuerdo pero algunos procuramos mantener ambas cosas vivas mientras que la mayoría se esfuerza por olvidar para poder rellenar el vacío resultante con todo lo que esté por llegar.

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