¡Cuánto ha cambiado el mundo de los videojuegos!, exclamamos quienes hemos vivido toda o buena parte de una evolución que le ha permitido pasar de ser un ocio exclusivo de un colectivo casi marginal y no muy bien visto por padres, profesores y medios tradicionales para convertirse en una industria que, desde hace años, ya mueve más dinero que el cine y la música conjuntamente. Los videojuegos son el ocio del siglo XXI y son varias las nuevas fórmulas que se han ido implantando para su desarrollo y posterior consumo. Una de ellas, que encierra un increíble y a la vez peligroso potencial, es el crowdfunding o micromecenazgo, es decir, la posibilidad de que cualquier persona pueda contribuir económicamente a la creación de un determinado proyecto, en este caso un videojuego.
El crowdfunding funciona, a grandes rasgos, de la siguiente forma: la persona o personas que quieren llevar a cabo su proyecto lo presentan en una de las varias plataformas que existen en la actualidad, normalmente con un vídeo que ha de atraer la atención de esos posibles patrocinadores (también llamados «backers«) que recibirán determinadas recompensas, previamente establecidas en las bases del proyecto, en función del tamaño de su aportación. Cada proyecto es único por lo que el baremo para medir cuánto dinero valdrá cada recompensa también lo es y queda por lo tanto a criterio de sus responsables. Sin embargo, ningún jugoso extra puede a menudo eliminar el miedo a que ese dinero que uno pone acabe en nada…
Invertir en algo que no se ha llevado a cabo es siempre una apuesta arriesgada, máxime si la persona o grupo a la que va dirigida no tiene, digamos, una fama que avale que lo presentado llegará a buen puerto. Es normal por tanto mostrar ciertos reparos a financiar, aunque sea mínimamente, cualquier proyecto ideado por gente desconocida pero es algo que hay que asumir si queremos disponer de cosas que las grandes empresas, empeñadas en ir a lo seguro, jamás nos darán. Y como no todo el mundo se puede permitir el gasto que supone costear un desarrollo, por pequeño que este sea, una herramienta como la financiación colectiva ha acabado siendo muy bien acogida por muchos pequeños equipos que pueden así ver realizado su sueño de crear y vender ese videojuego que tenían planeado y tener así una pequeña posibilidad de abrirse camino en este mundillo tan competitivo.
¿Llegan todos los proyectos a materializarse? Ni mucho menos, pero no son tantos los casos en los que nuestra aportación se disuelve como el azúcar en el café porque, al menos en KickStarter, la plataforma quizá más famosa de todas, el pago solo se hará efectivo si el proyecto llega al objetivo que se ha marcado durante el tiempo que dure la campaña. Si no es así, no se nos cobrará nada pero si lo consigue y luego, por la razón que sea, el desarrollo se paraliza o cancela, ahí ya la cosa cambia…
Como todo en esta vida, el micromecenazgo tiene su cara buena y su cara mala. Ya he hablado por encima de ambas pero no está de más, y como colofón a este artículo, que expongamos al menos un ejemplo de cada una que sea bastante representativo de lo que esto de la financiación colectiva puede conseguir en un sentido o en el otro. Si empezamos por lo positivo, el caso más sonado en tiempos recientes es sin duda el de la tan ansiada tercera entrega de Shenmue, que verá la luz 17 años después de la anterior gracias a que su propio creador, Yu Suzuki, movió hilos para llevar a cabo una de las mejores campañas de crowdfunding que se recuerdan y que le permitieron establecer dos records «guinness», el del juego financiado que más dinero recaudó con más de 6.300.000$ y el del juego que más rápido llegó a sumar el primer millón, logro conseguido en menos de dos horas y que nos demuestra lo potente que es esta herramienta cuando hay un nombre como el del ex creativo de Sega detrás.
Por desgracia, en el otro lado de la balanza tenemos un juego que, la verdad, apuntaba maneras. Hay que decir que no está oficialmente cancelado, por lo que se supone que su creador todavía sigue trabajando en él pero el problema que se da con 90’s Super GP (conocido anteriormente como 90’s Arcade Racer y que pretende ser un homenaje a juegos clásicos como Daytona USA o Scud Race entre otros) es que, en un principio, iba a salir para las plataformas de la anterior generación, además de para ordenador, pero ha terminado siendo desarrollado para PlayStation 4 (no sé si también para Xbox One) y ello creó, como era de esperar, un enfado monumental entre quienes apoyaron económicamente este proyecto. En especial los que lo hicieron esperando poder jugarlo en sus Wii U y que vieron como su versión era la primera en ser cancelada. A día de hoy desconozco si alguien emprendió alguna acción legal o si ello era posible en este caso pero, como veis, las cosas no siempre salen como uno desea…
El crowdfunding no es perfecto, eso es evidente aunque como, por ejemplo, las redes sociales, su éxito o su fracaso dependerán del uso que le demos. Y como todo lo que tiene que ver con la red de redes, es cosa nuestra dar o no el paso cuando se nos presente la ocasión. Yo lo di con el antes mencionado Shenmue 3 pero también he terminado comprando otros juegos que se han financiado mediante este sistema y que no tienen nada que envidiar a cualquier superventas de los pesos pesados de la industria. Es posible que algún día vuelva a poner dinero para otro juego, y no me lamentaré si finalmente pierdo esa inversión porque me ha quedado más que demostrado que, si bien las cosas se hacen mal a veces, también se pueden hacer muy bien. La industria, guste o no, está más abierta que nunca en este aspecto y si algunos pueden ayudar a que nuevas joyas vean la luz… ¿por qué no iban a hacerlo?