Cuando (casi) nadie sabía a qué jugábamos…

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El tiempo vuela, dicen, y lo cierto es que así es, pues no hace tantos años aún seguíamos utilizando las consolas y el ordenador de la misma manera en que se hacía en aquella gloriosa época de finales de los 80 y principios de los 90, un periodo en el que nadie imaginaba siquiera la existencia de Internet y los jóvenes de entonces nos reuníamos en la calle o en casa para compartir esta que sigue siendo nuestra gran afición. Pero un día nos invadieron las nuevas tecnologías y todo cambió y, si bien una gran cantidad de personas han abrazado con alegría estos cambios, poco o nada se habla del precio que todos estamos pagando por ello. Creo que es hora de dedicar un artículo a esta faceta del “lado oscuro” de nuestra afiliación a los modernos servicios online…

Posiblemente estaréis enterados de lo ocurrido con la “demo” del “Yakuza 6” de Sega pero, para el que no lo sepa, se produjo por lo visto un error en al menos la versión USA que permitió a algunos usuarios acceder al juego completo. Y es que la “demo” era en realidad el juego entero, sí, pero capado, con un peso total de 36 Gb. Un error que obligó a Sega a retirarla del servicio de PlayStation 4.

Sin embargo, lo más grave a mi juicio fue que, poco después, la propia Sony se encargó de bloquear la licencia de uso de la “demo” en aquellos casos en los que los usuarios estaban disfrutando del juego al cien por cien sin haber pagado por él. Aquí la cuestión no es si esos usuarios tienen o no derecho a aprovecharse de un error cometido por la compañía dueña del juego, un tema sobre el que se puede debatir largo y tendido. No, el quid de la cuestión es que esta noticia demuestra que estamos más que nunca en manos de quienes nos brindan sus respectivas plataformas, los cuales pueden hacer (casi) lo que quieran con nosotros mientras nos dan dulces para que nos mantengamos fieles a ellos sin que pensemos en nada más.

¿Queréis más ejemplos de esto? Ahí tenéis las “betas” de tiempo limitado que han venido a sustituir a las “demos” en muchos casos. Son muchos los que, cuando se anuncia la de su juego favorito (o no, porque da lo mismo con tal de jugar gratis) se lanzan a probarla sin tener en cuenta dos cosas: la primera, que ya nos están diciendo por cuánto tiempo se tiene derecho a usarla y la segunda, se les está haciendo un trabajo de testeo del producto que a ellos sí les sale gratis porque no les cuesta nada. Otro sería el de los “eventos” que los juegos multijugador masivos ofrecen en fechas concretas, y en los cuales se ha de participar para no quedarse atrás respecto a los demás. Nuevamente, desde la compañía que gestiona el juego y sus contenidos se nos está diciendo, sutil o descaradamente, cuándo y cómo hay que jugar.

La actual filosofía de las compañías pasa por la búsqueda del absoluto control sobre sus productos y los usuarios que los utilizan. No es extraño que todo lo que hacemos cuando nos conectamos a uno de estos servicios, ya sea en consola u ordenador, quede registrado para después ser usado por quienes nos los prestan en beneficio propio de una forma parecida a como lo hacen redes sociales como Facebook. No creo, sin embargo, que se esté comerciando con nuestros datos como, se dice, lo hace dicha red social pero sí se crean “perfiles tipo” y se hacen estudios de mercado para saber qué contenidos venden más, algo ya habitual en cualquier negocio que tenga presencia en la red en estos tiempos. Hemos de ser conscientes de ello y decidir si nos conviene o no dejar que sigan cotilleando lo que hacemos con “sus” cosas…

Sois muchos los que os habéis hecho jugadores con la red y las posibilidades que esta ofrece. Aceptáis en mayor o menor grado que las cosas sean cómo son pero hubo un tiempo antes de todo lo que tenemos hoy, uno en el que no era necesario suscribirse a servicio alguno para disfrutar de un videojuego, en el que el poder de una determinada compañía sobre nosotros se limitaba a atraer nuestra atención con unos productos que, dicho sea de paso y salvo alguna excepción, llegaban a nuestras manos “completos” y sin fallos. Así fue durante la mayor parte de la existencia de este ocio interactivo y así debería haber seguido siendo para muchos de los que vivimos aquel periodo en el que los juegos evolucionaban y eran cada vez más complejos, pero cuya adquisición y posterior uso jamás cambiaba… hasta que llegó Internet.

¿Qué pensáis al respecto? ¿Merece la pena pasar por el aro ante la avalancha de juegos y demás contenidos que están a nuestro alcance en todas las plataformas online o sería mejor mantenerse al margen de estas y recuperar esa sensación de libertad que se tenía antaño al adquirir un juego en la tienda y poder luego jugarlo sin que nadie más que tú mismo y aquellos a los que se lo dijeses lo supieran?

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