Es ley de vida que todo cambia. Nosotros los primeros, y solo hay que fijarse en lo que hacemos y pensamos. Recientes conversaciones en Twitter con compañeros blogueros reafirman mi creencia de que, si bien a un nivel técnico estamos experimentando posibilidades antaño inimaginables, también hemos perdido muchas cosas con el paso de los años. En este artículo me quiero centrar en algunas de las viejas formas de acceder a los videojuegos que dejaron de existir hace mucho tiempo o están languideciendo. Seguro que quienes vivisteis esa época las recordaréis…
(NOTA: Dado que me ha sido imposible encontrar material gráfico original de los mismos, los sellos que aparecen en la imagen de cabecera son una recreación hecha por mí en base a lo que recuerdo de ellos. No es muy buena pero sirve para hacerse una idea).
Prestamo: ciertamente aún es posible prestar juegos a amigos y/o familiares pero el auge del mercado digital, donde ya mandan los servicios de suscripción (y, si no es así, no tardarán en hacerlo), hace que dicha posibilidad, relegada a lo físico, tenga cada vez menos presencia hasta que, nos guste o no, acabe siguiendo el mismo camino que las que describiré después.
Lejos quedan ya esos tiempos en los que visitábamos el hogar de la otra persona o venían a vernos a nosotros para disfrutar de una sesión de juego entre amigos “en vivo” y durante la cuál, en un momento cualquiera, nos dirigíamos por nuestra cuenta o invitados por el anfitrión a echar un vistazo a la colección para elegir a continuación uno o varios títulos que por un tiempo, a veces prolongado, cambiarían de manos.
Aunque el riesgo de pérdida de estos existía y no siempre se reponían, seguíamos haciéndolo porque era una forma muy buena de jugar a unos títulos que, a veces, también terminábamos comprando antes o después.
Cambio y alquiler: esto último (el alquiler) creo que todavía existe pero, aunque no puedo afirmarlo con plena seguridad, algo me dice que está cayendo en desuso, tal y como le sucediese un día a una práctica bastante aplaudida en su momento y que yo recuerdo con cariño porque gracias a ella pude jugar a muchos juegos sin apenas gastar dinero. Me refiero al sistema de cambio que usaban en la cadena de tiendas Centro MAIL (lo que hoy es GAME), y que consistía en una clasificación mediante insignias que servía para intercambiar material de segunda mano.
Estas insignias eran de tres colores: rojo, verde y azul, y se utilizaban en base a la popularidad o antigüedad del título en cuestión. Cambiar un juego por otro de una misma categoría o inferior era gratuito, mientras que hacerlo por otro de una superior implicaba abonar una pequeña cantidad. Esto, como he dicho, facilitaba mucho acceder a una gran cantidad de juegos sin dejarse la paga en las últimas novedades. Es una pena que algo así se haya perdido…
Jugar en la tienda: A día de hoy siguen existiendo diversas formas de poder jugar a un juego antes de llegar a su adquisición, siendo la más habitual el acceso anticipado. También se pueden probar mediante las betas (abiertas o cerradas) y las demos que, por desgracia, cada vez son menos habituales. Pero antaño hubo una posibilidad que hace mucho tiempo que desapareció: probar el juego en la misma tienda.
Esto, ahora mismo impensable, era más o menos habitual en ciertas tiendas y/o grandes almacenes, que contaban con algunas unidades abiertas que utilizaban para mostrar el título en marcha mediante un mueble que contaba con una televisión a la que iba conectada la máquina de turno en el caso de las consolas o un ordenador con el juego instalado y arrancado.
Ello brindaba la posibilidad para el usuario de probar los juegos sin un límite previo de tiempo establecido. Pero lo más interesante se daba cuando nos aproximábamos al dependiente y le pedíamos probar un título concreto. Cierto es que no siempre era posible pero por lo general, y sabiendo que cuando hacíamos esta petición era porque había un gran interés en el juego por nuestra parte y queríamos estar seguros, el dependiente no dudaba en preparar una copia para que jugáramos con ella ahí mismo.
Todos hemos vivido alguna vez experiencias que recordamos con una sonrisa. En mi caso, y en referencia a lo descrito en el párrafo anterior, os voy a contar algo que nos ocurrió a un amigo y a mí hace muchos años en una tienda de Centro MAIL, hoy desaparecida.
Era, como podéis imaginar, un lugar de frecuente visita pero no esperábamos encontrar lo que vimos en una de ellas. Para que os hagáis una idea, al entrar el mostrador quedaba a la izquierda, Al fondo se repartían los juegos de consola (Mega Drive y Super Nintendo) mientras que los de PC quedaban a la derecha. Junto a estos últimos había un ordenador y en él, instalado y listo para ser jugado, estaba el por entonces novedoso Doom II, título que de inmediato llamó nuestra atención.
Como dije antes, si bien no había un tiempo prefijado de uso, ambos aprendimos entonces que tampoco conviene abusar. Y es que, tras un buen rato jugando por turnos al juego, nos llamaron la atención para que lo dejáramos. Así lo hicimos. Lo gracioso vino cuando, al salir de la tienda, le pregunté a mi amigo si sabía cuánto tiempo habíamos estado jugando delante de las narices de los dependientes. Al no saber responder se lo dije yo, que había estado atento al reloj. Y cuando mencioné que había sido una hora y cuarto, nos dio tal ataque de risa que no pudimos parar hasta casi llegar a casa.
Como dije al comienzo de este post, el mundo en general y el del los videojuegos en particular está cambiando continuamente y, con él, los hábitos de los usuarios. Es fácil que sigamos presenciando nuevas formas de consumo. Formas que quizá todavía no seamos capaces de imaginar como tampoco, hace décadas, no podíamos ni sospechar lo que se nos venía encima. Pero hoy he querido, nuevamente, echar la vista atrás para recordar y dejar constancia de que hubo un tiempo en el que las cosas fueron diferentes. Y, en mi opinión, en muchos aspectos mejores…